Podrán decir que es el folclore del fútbol, que la rivalidad entre los hinchas, que esto que lo otro; bla, bla, bla. El lenguaje es una herramienta poderosa y como tal debe ser utilizada con criterio y delicadeza. Un martillo o todavía más, un arma de fuego, si se usa con descriterio puede terminar lastimando seriamente a muchos.
Pues bien, precisamente, eso pasa con el lenguaje. Cuanto insulto gratuito nos toca leer en nuestro Facebook. En Twitter son menos pero también los hay. Que hincha tal por cual, “mamayero”, “chango”, que aquí, que allá, insultos por la tierra en que naciste, como si alguien tuviera el privilegio de decidir donde le tocó venir a este mundo.
Sorprende que en ocasiones, sean emitidos por gente que aparece en sus redes sociales con fotografías de sus hijos, en otras de forma anónima, sin fotos o con nombres cambiados. Están en su derecho de crear los perfiles que quieran, no nos metemos en eso, pero ¿esta es la sociedad que queremos legar a nuestros pequeños, la sociedad intolerante, que no escucha, que dejó de lado la empatía , que solo sabe ladrar y ladrar y que además no se hace cargo de sus palabras?
Entendemos que hay mucha molestia y en caso ira en Chile. Entendemos las razones, la clase política y empresarial – siempre considerando que hay excepciones – ha esquilmado a nuestro país, sus riquezas naturales y a sus propios trabajadores. Desde el primer día, te conviertes en un objeto manipulable, te educan en un sistema de creencias y valores diseñados para mantener la estructura social y económica actual y para servirles.
Seamos conscientes de lo anterior y pensemos bien cuando escríbamos algo que pueda resultar ofensivo. Burlarse de una ciudad, de lo sucia que está o de lo postergada que ha quedado – típico reírse de los estadios que aún no se remodelan – solo genera más resentimiento entre nosotros mismos, los trabajadores de este país, los que nacimos con la cancha empinada y a los que todo nos cuesta el doble o triple. Si ya las cosas están mal, porque agravarlas desde el lenguaje.
Hay una palabra que causa tirria y temor entre nuestras clases gobernantes: se llama revolución. Uf! nombrarla siquiera parece sacrilegio, una ofensa, una amenaza. Claro, lo ven como una amenaza a sus intereses. Pues bien, desde acá los invitamos a revolucionarse diariamente, a pensar sus ideas y a atreverse a contradecirlas, no se quede en ese estado añejo que pareciera ser una virtud, eso que llaman consecuencia. Amigos, para ser consecuente, muchas veces hay que cerrar los ojos y solo caminar como caballo, repitiendo el camino y las consignas. No necesitamos ser consecuentes con las ideas en las que he estado equivocado. Aproveche ese error, transfórmelo en experiencia, crezca.
Sin temor, cuestiónese. No crea todo lo que le dicen los medios, están pensados para manipular. Ni siquiera créanos a nosotros, exíjase más, parta por casa y viva la vida con pasión, la pasión es hermosa y no admite el insulto porque el insulto tiene que ver con la fealdad de este mundo. Que tengan un lindo fin de semana…