Cada vez que una hinchada se porta mal, los medios de comunicación reproducen la noticia hasta la saciedad. Las imágenes de violencia son exhibidas en reiteradas ocasiones, creando un clima de inseguridad y alejando a la gente de los recintos deportivos.
Sin embargo, cuando hinchadas rivales dan el ejemplo y se comportan a la altura de las circunstancias, el silencio es absoluto. Ocurrió en Talca, en el clásico del Maule entre Rangers y Curicó Unido, ocurrió en Concepción, en el choque entre el cuadro lila y Deportes Temuco.
Mucho se habló en la semana de la cantidad de hinchas que se permitiría a Curicó en el Fiscal de Talca. Por razones de seguridad se estableció en 100 el número de boletos para los curicanos. Ningún incidente, ningún acto de violencia empañó la jornada.
Se debe destacar entonces, así como se repudió lo acaecido en Chillán la semana pasada donde dos hinchas lilas fueron agredidos por seguidores locales.
La sociedad chilena actualmente carece de espacios de diálogo, la democracia ha sido particularmente incapaz de generar ambientes de conversación y de debate entre los chilenos.
Es cierto que el estadio no es el lugar más indicado para actos de esa naturaleza, pero también es cierto que es falso que talquinos y curicanos, por mencionar el ejemplo del clásico del Maule, no puedan convivir armónicamente en un mismo reducto.
Es más, si se mira desde el punto de vista del lenguaje la palabra curicano o talquino tiende a dividir. Es como decir chileno o argentino, muchas veces parece una barrera infranqueable. Tal vez simplemente debiésemos decir hinchas del fútbol. Es solo una idea, seguramente usted lector podrá desarrollar las suyas.
Resulta curioso, -siempre utilizando el ejemplo de talquinos y curicanos – ya que los habitantes de ambas ciudades viven una realidad similar.
Solo dos ejemplos: actualmente Curicó presenta serias deficiencias en el sistema de salud público ya que su hospital sufrió los embates del terremoto del 27 de febrero. Han pasado seis años y la situación sigue siendo compleja. Talca si bien cuenta con un nuevo recinto, es famosa a nivel nacional por los desaciertos cometidos en su principal centro hospitalario.
Lo mismo sucede en materia de infraestructura deportiva. Por años en el Maule norte han esperado la concreción de la segunda parte de la remodelación de La Granja. El Fiscal en tanto, vio reducida su capacidad a la mitad y aunque se espera una pronta ampliación, presenta deficiencias en los accesos y principalmente no entrega comodidades en el sector galería, con un parque que antiguamente estaba a disposición de los talquinos pero que hoy permanece incomprensiblemente cerrado.
Con dos sencillos ejemplos queda de manifiesto que curicanos y talquinos tienen mucho más en común de lo que parece dictar la división generada por el fútbol. División falsa y fomentada por los medios de comunicación, que como ya dijimos, no se cansan de vender con la violencia y silenciar el comportamiento más que a la altura de casi 8 mil personas en el Fiscal y más de 6 mil en el Ester Roa Rebolledo.
En Talca cayeron algunos proyectiles, incidentes aislados que el poder popular de la gente podría perfectamente controlar, para así evitar políticas represivas como Estadio Seguro, que lo único seguro que entrega es la excesiva criminalización del hincha. Quitarle las pinturas a una mujer al ingreso al Fiscal de Talca es sencillamente irrisorio.
Los problemas de la sociedad chilena, de los hinchas, de los trabajadores, son similares, que la camiseta albirroja o rojinegra, no nos lleve a olvidarlo. La solución de nuestros problemas pasa por un empoderamiento de la sociedad, un empoderamiento que tienda no solo a exigir más a las autoridades, también a nosotros mismos, comprendiendo el amor por la camiseta que cada uno profesa, siempre en un ambiente de camaradería y respeto mutuo. Que no nos separe el fútbol, ese deporte que tanto nos llena y hace vibrar cada fin de semana.
