Por Luis Montenegro/@dalecanario1919.
Corría Diciembre de 2018 y San Luis de Quillota, recientemente descendido a la Primera B del fútbol nacional, pasaba por primera vez en su historia a manos de capitales extranjeros. Después de 99 años de vida, los dueños de San Luis no eran de la ciudad, de la provincia, ni siquiera de este equipo.
Ni siquiera de este país…
San Luis pasó entonces a ser parte de un poco selecto grupo de equipos que son administrados por control remoto, por personas que con mucha suerte conocen los colores del club. Para qué hablar de su historia.
A poco andar, y aunque lo han desmentido en más de una oportunidad, la hinchada canaria se enteró que los dueños de la institución tenían una relación directa con el archirrival, Unión La Calera. Y no era un secreto el paupérrimo comienzo que habían tenido estos dirigentes en aquel equipo.
Y la historia se repitió…
Partieron colocando a la cabeza del club a un periodista argentino, Germán Paoloski, que después de dos años y medio se dio cuenta que una figura pública que participa de un programa de televisión no puede ser presidente de un equipo de fútbol. Aunque para el caso, daba un poco lo mismo: el aporte del rostro de ESPN fue sacarse un par de fotos con un polerón del club, viajar una o dos veces a Quillota (suponemos que para conocerla) y mostrar un tazón con la insignia amarilla un par de veces en el programa. Y es que para ser francos, nadie en la hinchada aún entiende cuál fue el aporte de Germán Paoloski en San Luis de Quillota.
Luego de ello, armaron un equipo derechamente mediocre, basado en jugadores de la segunda división profesional, la tercera división, y un par de estrellas del representante de jugadores que hoy por hoy es dueño de casi toda Sudamérica, Bragarnik. Y pusieron al mando del club a un DT cuya única experiencia era ser ayudante técnico de un equipo de una liga de tercer orden en Europa. Nicolás Frutos demoró más en validar su título de DT que en su campaña en la institución. Se fue tras seis partidos y sin triunfos.
Para arreglar el tremendo forado que se les estaba armando al otro lado de la cordillera, trajeron a un DT más experimentado (Darío Franco) que tras el primer partido ya estaba arrepentido de haber aterrizado en la provincia. Tras ello, llegó José María Martínez, que con muy poca materia prima y un gran trabajo psicológico, logró sacar del último lugar al equipo y dejarlo virtualmente salvado del descenso (que quedó en nada por el estallido social).
Y cuando por fin la hinchada creía que San Luis había tomado el rumbo, los dueños de la institución despiden de forma sorpresiva a Martínez y traen al DT que les dio la gloria con Unión La Calera: Víctor Rivero. Y pese a que le armaron un equipo bastante más competitivo que el del año anterior, la administración a distancia del club no fue capaz de contener el fuerte carácter del que era su principal carta y lo terminaron despidiendo de la manera más insólita posible: usando como excusa la mala reacción del DT ante un encontrón con la barra brava canaria y de paso justificando plenamente los “apretones” como una forma de “motivar” a los jugadores.
Es en este momento donde nuevamente los dirigentes apelan a un invento. Y aunque parezca tragicómico, en la conferencia de presentación de Marcelo Raya, Fernando Martinuzzi, al ser consultado por la razón por la cual habían optado por el desconocido estratega, argumentó “¿Para qué íbamos a salir a buscar un técnico? Marcelo vive a un par de cuadras de la sede. Lo teníamos ahí mismo”.
Que ganas de arrendarle una pieza a Bielsa o Guardiola en la plaza de Quillota.
Y Marcelo Raya fue un fracaso de proporciones bíblicas. Nueve partidos y solo un triunfo, con un Valdivia que ya estaba a tiro de cañón para mandar a San Luis a la Segunda Profesional. Y los dueños canarios, desesperados, optaron por traer de vuelta a José María Martínez. Y pese a que no le dejaron traer a nadie de su cuerpo técnico, salvó nuevamente al club y volvió a hacer crecer las esperanzas en la hinchada.
Pero los dueños canarios le negaron todo a Martínez de cara al 2021. Nuevamente con un cuerpo técnico impuesto, sin nadie de su confianza, y para peor, le quitaron a su principal figura, Hugo Soria, argumentando que “había que liberar el cupo para un refuerzo de mejor categoría”. Y ese refuerzo es Andrés Lioi, que llegó del fútbol polaco y que ha disputado 49 minutos en los 6 primeros partidos, y que hace 3 ya ni siquiera es citado por decisión técnica.
Y tras el fracaso de Martínez, lo despidieron hace 15 días y los dueños de San Luis, todavía convencidos que la administración a distancia funciona, contrataron un “Jefe Técnico” nacional (Víctor Cancino) y otro DT apuesta uruguayo (Alejandro Orfila), que aún no cruza la cordillera de los Andes y que da las instrucciones por Zoom al Jefe Técnico, sin haber visto ni conocido el plantel que tiene, e imponiendo un estilo táctico fijo sin saber si cuenta con la materia prima para hacerlo.
Los resultados de la administración a distancia están a la vista. Un club acéfalo, que no tiene un patrón de juego claro, que está por cuarto año consecutivo peleando el descenso y que tiene desesperada a su hinchada que no ve cuando podrá despertar de esta verdadera pesadilla que está viviendo vía Zoom.
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