Del experimento de 1997 a la estructura actual
La Primera B del fútbol chileno ha cambiado muchas veces. Uno de los cambios más importantes, y poco recordado, fue la llegada de los torneos cortos en 1997. Ese año se probó por primera vez el formato de Apertura y Clausura, con ascensos directos. Fue una transformación profunda en la forma de competir en el ascenso. Este artículo repasa esa experiencia, analiza sus efectos y cómo influyó en el sistema actual que podemos acompañar por medio del https://20bet.com/cl.
Los antecedentes: la necesidad de un nuevo formato
Durante muchos años, la Primera B usó el formato clásico. Un solo torneo largo, todos contra todos, y una tabla general. Pero en los años 90, el fútbol chileno vivía una etapa de cambios. La Primera División adoptó torneos cortos, siguiendo modelos como el argentino y el mexicano. Eso llevó a pensar en aplicar algo similar en la B.
La idea era simple: hacer el torneo más dinámico. Más emoción durante el año. Más oportunidades de ascenso. Esto beneficiaría a equipos tradicionales que querían volver a Primera. También a clubes nuevos con buenos proyectos.
El experimento de 1997: Apertura y Clausura con ascensos directos
En 1997, la ANFP dividió el campeonato en dos partes. Un torneo de Apertura y otro de Clausura. Cada uno entregaba un ascenso directo a Primera. Así, un equipo podía subir a mitad de año o al final, sin liguillas ni tablas acumuladas.
Este sistema premiaba al que rendía bien desde el inicio. Pero también obligaba a una planificación rápida. Algunos clubes armaban planteles fuertes solo para un semestre. Si no ganaban, tenían que empezar de cero en el siguiente.
El resultado fue mixto. Aumentó la competencia. Cada partido era decisivo. Pero también generó caos en la gestión de los clubes. Había que rehacer contratos y planteles muy seguido.
Las consecuencias inmediatas y el regreso a modelos mixtos
El modelo duró solo un año. En 1998, se volvió al torneo largo con liguilla final. Las razones fueron varias:
- Faltaba continuidad. Medio año no bastaba para consolidar un proceso.
- Había desigualdad. Algunos clubes gastaban mucho en un semestre. Otros esperaban al segundo.
- Bajó el interés del público. Si su equipo quedaba fuera pronto, dejaban de seguir el torneo.
Aunque el formato corto no continuó, dejó huella. Desde entonces, la idea de “empezar de nuevo” cada semestre se mantuvo. En los 2000, la B probó fórmulas mixtas. Torneos cortos con tabla acumulada, finales entre ganadores, o liguillas por el ascenso.
Influencia en la estructura actual de la Primera B
Hoy, la Primera B tiene un formato más estable. Se juega un torneo largo, todos contra todos. El campeón asciende directo. El segundo ascenso se decide en una liguilla.
Pero el espíritu del 97 sigue presente. Se busca premiar buenas campañas. Dar más chances de subir. Y mantener el torneo competitivo.
Algunas reformas también nacen de esa época. Por ejemplo, en ciertos años hubo una “liguilla de medio año”. Así, los equipos con mal inicio aún tenían algo en juego. La idea era mantener la emoción hasta el final.
El valor del recuerdo: ¿una idea rescatable?
El formato de 1997 no prosperó, pero dejó aprendizajes. Sirvió como prueba para buscar nuevas ideas. Algunos dirigentes incluso han propuesto revivir algo parecido. Especialmente en años de crisis económica.
Para muchos clubes, con poco dinero y alta rotación, tener metas a corto plazo puede ser útil. Ganar un torneo corto sería una forma rápida de cumplir objetivos. Pero también puede afectar los proyectos a largo plazo.
Entre el experimento y la evolución
La historia de los torneos cortos en la B es poco contada. Sin embargo, el año 1997 fue clave. Una apuesta arriesgada. Con cosas buenas y malas. Pero que ayudó a pensar el ascenso de otra manera.
No fue un error, sino un paso en la evolución. Mostró que la B también puede innovar. Hoy el sistema es más estable, pero el recuerdo de esa experiencia sigue presente. Y el debate sobre cómo mejorar el ascenso chileno continúa.





























