Cliché o no es cierto, para ganar hay que querer ganar. Y el ganar conlleva una serie de situaciones que independiente de la disciplina o trabajo que se realice, conducen al éxito o facilitan al menos la consecución de un determinado objetivo: planificación, responsabilidad, disciplina, compromiso, mancomunión, trabajo en equipo, liderazgo.
En una columna reciente, apuntábamos que la derrota de Chile ante Paraguay, a nuestro juicio se debió a la pérdida del espíritu de equipo. Cada uno estaba en lo suyo, olvidando que la principal fortaleza de este grupo ha sido precisamente eso, el grupo. No es Alexis Sánchez la figura, no es Arturo Vidal o Gary Medel, o el mismo Claudio Bravo: la figura es y debe ser Chile.
A la pérdida de ese espíritu, se suma la autocomplacencia. Los grandes entre los grandes son capaces de renovarse en el éxito. La autocomplacencia conspira contra la renovación en el éxito. Alexis dice que se cansa de que lo quieren ver caer, ¿quién podría siquiera desearle eso a uno de los mejores de la historia de Chile? Vidal habla de los mala leche…La gente los quiere muchachos, pero no pretendan ser endiosados hasta el punto de dejarlos al margen de la crítica, ustedes mejor que nadie saben que son figuras públicas, no se puede querer solo lo bueno de eso.
La autocomplacencia conspira también contra lo que hay que hacer para ganar, se deja de lado la planificación – Chile no tuvo un plan de juego ante Paraguay y Bolivia – y contra la disciplina. No apunto a la salida a un casino o a una disco, la disciplina es más que eso, tiene que ver con el saber escuchar, el entender, el mirar el contexto, el seguir ciertos procedimientos establecidos. No basta con decir “somos una de las mejores selecciones del mundo”, muchas veces es mejor callar y demostrarlo en cancha. La disciplina también tiene que ver con el saber callar, con el silencio.
Esta generación nos enseñó el sabor del triunfo y lo hizo dos veces. Incluso algunos nos ilusionamos con ganar el mundial por primera vez en la historia. No será una columna la que les quite su lugar de privilegio entre los grandes deportistas chilenos de todos los tiempos, tampoco las críticas podrán removerlos de ese pedestal porque se lo han ganado en cancha. Para superarlos, una nueva generación tendría que conquistar al menos tres Copas Américas o derechamente un mundial.
Son leyendas chilenas muchachos, serán el espejo a mirar en el futuro y también la vara a superar, pero pueden ser más que eso: ir al mundial y ganarlo, todavía está en sus pies. Ya no solo los chilenos hablaríamos en grande a futuro de ustedes, entrarían en la historia de los colosos planetarios. Son leyendas chilenas, pero pueden ser mundiales. Para eso hay que olvidarse de la autocomplacencia, recuperar la disciplina y el rigor. Hay dos finales por delante, ustedes ya saben de ellas.
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