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Lejos de ránkings de mejores casas de apuestas en Chile, el foco va a la cancha: ¿por qué algunos equipos de la Primera B reciben tan pocos goles? La respuesta no está en una sola pieza, sino en un engranaje: bloque, distancias, coberturas y lectura de momentos.

Bloque y distancias: el primer candado

Las defensas más fiables de la B no necesariamente se paran atrás: eligen bloque medio con líneas juntas. La clave está en las distancias cortas entre centrales, laterales y volantes: si el interior ayuda a cerrar el carril y el extremo acompaña hasta la línea del balón, el lateral no queda expuesto al 1v1. Ese “triángulo” banda-interior-lateral evita centros cómodos y obliga al rival a circular por fuera, donde el tiempo de cruce permite llegar a la cobertura.

El “5” que ordena todo

En casi todos los equipos con valla menos batida hay un mediocentro que orienta: tapa la línea de pase hacia el enganche, decide cuándo saltar y cuándo temporizar. No siempre roba. Muchas veces retrasa el ataque rival lo suficiente para que el bloque se acomode. Cuando ese “5” se sincroniza con los centrales (uno salta, el otro cierra), el área se achica y los remates llegan forzados.

Laterales prudentes, no pasivos

Los laterales de estas defensas no renuncian a proyectarse, pero eligen bien. Si el partido está abierto, su primera misión es marcar altura defensiva: perfilados hacia adentro para cerrar el pase interior y, recién ahí, salir al duelo. Cuando pasan la mitad, lo hacen con respaldo del interior. Si no hay cobertura, prefieren plantarse. Ese detalle reduce pérdidas a campo abierto, el escenario favorito de cualquier contragolpe.

El arquero: del atajador al director del área

Detrás del orden hay un portero que manda el área: voz fuerte en centros, ataja y, sobre todo, acorta el espacio saliendo dos pasos más adelante en balones largos. En la B, donde abundan canchas estrechas y juegos directos, el arquero que decide bien en el juego aéreo evita segundas jugadas. Bonus: su primer pase rompe la presión y saca al equipo 20-30 metros, alejando el peligro.

Cuando el partido arde: gestionar los minutos críticos

Entre el 15’-25’ y el 60’-75’ suelen llegar los momentos de mayor volumen rival. Las defensas de hierro bajan revoluciones: menos conducciones, más pases de seguridad y despejes cruzados para ganar segundos. Si el técnico ve desajuste, el primer cambio no es ofensivo: entra un interior fresco que tape la espalda del lateral y vuelva a juntar líneas.

Lo que dicen (de verdad) los números

Sin ahogarse en cifras, hay tres señales:

  • Remates recibidos en el área (no totales): cuanto más lejos dispara el rival, menos sufre tu arquero.
  • Centros bloqueados: indicador de buenos perfiles en banda.
  • Segundas jugadas tras balón largo: si el equipo gana el rebote, defiende menos metros.
    Las mejores defensas de la B destacan en estos rubros porque su plan las lleva ahí: negar la recepción limpia, forzar centros apresurados y vivir lejos del punto penal.

¿Se sostiene como visitante?

Sí, si el equipo no cambia su identidad. De visita se valora más la salida larga del arquero y el trabajo del “5” para respirar con faltas lejos del arco. El bloque medio se convierte, por tramos, en bloque bajo inteligente: compactar 20-25 metros, saltar sólo cuando hay ventaja y no partir al equipo con transiciones imposibles.

La idea fuerza

Una valla menos batida no es sólo “buenos centrales”. Es coordinación: laterales que eligen, un “5” que ordena, extremos solidarios, un arquero que manda y un plan de pelota parada que no concede. Cuando esas piezas se conectan, la B revela su verdad más simple: el que defiende mejor, sufre menos… y está más cerca de ganar.

AUTOR ESPECIALIZADO

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