Por Luis Montenegro/ @DaleCanario1919.
Cuando era un niño y recién entraba al colegio, un buen día le avisaron a mi mamá que el día viernes de esa semana nos iban a vacunar contra ya no recuerdo qué cosa.
Esa semana fue horrible.
Nunca olvidaré lo que sentí la noche anterior. Dormí pésimo, me levanté de mal humor, con miedo, con angustia. “No quiero que me vacunen, mamá. No quiero ir al colegio”.
Esa es la sensación que tengo cada vez que se aproxima un nuevo partido de San Luis de Quillota. Y de seguro muchos tienen la misma sensación, dos veces por semana más encima.
A minutos del partido contra Cobreloa salí al centro de Quillota a comprar pan. Y lo hice inconscientemente, como para llegar tarde a casa y no tener que escuchar el partido completo; como el día antes de que me fueran a vacunar. Tratando de evitar el momento a toda costa. Más encima, sin posibilidad de ir al estadio en un partido que no es televisado. Doble tortura.
Comenzó el partido. Jugábamos contra el que es, posiblemente, el peor Cobreloa de su historia. Pero así y todo sabía que no había por donde. Ya había partido todo mal anoche (miércoles) cuando me contaron que uno de los tres refuerzos que había llegado se iba del club, porque había llegado cojo.
Increíble. Tienes 3 opciones para tratar de arreglar el desastre y traen a uno cojo. No se si será cierto, pero tengo entendido que ya abandonó el país. Y de los otros dos refuerzos, Cirigliano, el más rimbombante, se iba a la banca tras dos partidos. Y el tercero, en el titular solamente porque Vicencio estaba lesionado.
El gol de Cobreloa podía caer en cualquier minuto. Pero así y todo aguantábamos el cero, hasta que nuestro DT decide sacar a los dos delanteros para colocar un lateral izquierdo y a Cirigliano, porque lógico, el refuerzo debía jugar. Así pareciera que son las reglas.
Y terminamos jugando con un 5-5-0 de local aguantando a duras penas un 0-0. Insólito. Increíble. Vergonzoso.
Y de la misma forma que terminó mi pesadilla en el colegio, terminó el partido de hoy. Cuando faltaba poco para el final nos vacunaron, una vez más, extendiendo esta miseria que los hinchas de San Luis estamos viviendo desde hace tres años.
No quiero que me sigan vacunando, mamá. Ya no quiero sufrir más.
Imagen de archivo.
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