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El domingo pasó lo que por 25 años esperé, pero no supe que lo esperaba hasta que miré a mi abuelo, se me apretó la garganta y me cayó una lágrima.

Estábamos con nuestras camisetas de Magallanes rumbo al estadio. Sin saberlo, llegamos 5 horas antes del encuentro con Unión San Felipe, fuimos a almorzar y luego volvimos al Estadio.

Nos sentamos y la historia comenzó a rodar, a caer por su boca. Mi abuelo se puso la camiseta de Magallanes en juveniles fue subcampeón con su generación y luego promovido a jugar con los profesionales. Enamorado de mi abuela, no podía jugar y mantener la familia que estaba formando con ella y se retiró.

Trabajaba todo el día atendiendo su negocio y siempre veíamos los partidos por televisión. Me explicaba las formaciones, las funciones de los jugadores, me enseñaba a dar pases, a jugar con la mirada arriba. Me llevó a jugar con las infantiles de Magallanes y fue la primera camiseta que mojé. Así como el tango fue la primera música que canté. Junto a él y su canto conocí la pasión del fútbol, la música y la lectura.

Mi viejo llegó a tercero básico, porque un día en el colegio hizo un dibujo y le quedó tan bueno que la profesora le dijo que lo había robado. No volvió al colegio nunca más en su vida. Ese es su carácter. Tuvo un amigo y siempre ha hablado poco, pero me enseñó las cosas más importantes.

Ya conversando en las inmediaciones del estadio se nos cayeron las lágrimas; le pedí consejos para seguir mi vida y en pocas y sencillas palabras -como siempre- me dijo cosas que jamás olvidaré.

Dormimos un rato a la sombra en una banca y nos fuimos a ver a nuestro Magallanes, me miró y me agradeció regalarle su carnet de socio. Le pregunté ahí en la galería por qué nunca me había llevado al estadio, me dijo: porque trabajé toda la vida por ustedes ¿Qué le iba a decir de vuelta?

Entonces comenzó el partido, nos abrazamos y por fin se hacía realidad algo nunca imaginado, el trabajo de toda una vida -y probablemente la mitad de la mía-, el trabajo acumulado de toda la familia, permitía ese lindo momento. Estar en la barra de Magallanes compartiendo con esa gente linda y amigable con el hombre que me ha amado toda su vida y al que amo con mi corazón, con la camiseta que vistió lleno de orgullo.

Así terminó el primer tiempo, mi abuelo no estaba contento con el rendimiento, decía que había mucho pelotazo, faltaba toque, dominio del balón.

Luego en el segundo tiempo-y después de habernos reído mucho del juez de línea -porque nunca estaba a tono con los fuera de juego- vino el golazo del enano de tiro libre. Le agradezco al enano ese gol, lo gritamos y nos abrazamos con mi abuelo. Ojalá el enano siempre tenga en cuenta que sus pies pueden detonar emociones históricas, que un gol es más que futuro.

El equipo tenía mejor ritmo en el segundo tiempo y luego del gol tomaron el control, nos fuimos felices del estadio.

Pese a todas las críticas que hizo mi abuelo y toda la hinchada, le agradezco a los jugadores por regalarnos una victoria en un domingo con la historia.

Por Juan Pablo Aguilar, periodista e hincha de Magallanes

AUTOR ESPECIALIZADO
Periodista titulado de la Universidad de Santiago de Chile, con experiencia en medios de comunicación como TVN, Radio Biobio y el Canal del Fútbol. Co-fundador de primerabchile.cl Elegido por el círculo de periodistas de Chile como el mejor periodista de regiones del año 2023.

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