Por @Pablo_sepúlveda
51 partidos, 909 días. Eso fue lo que debió esperar Concepción para volver a vibrar al son del color lila. Y lo hizo de gran forma, respondiendo a las expectativas que se generaron a mediados de semana, tras conocerse la buena nueva: el remozado Ester Roa Rebolledo volvería a ser la casa del “León”.
La avenida Collao volvió a rugir como antaño. Desde temprano, los más fanáticos se agolparon en las afueras del recinto para adquirir sus entradas o simplemente para asegurar un lugar en las largas filas que comenzaron a formarse a partir de las 16:00 horas.
“Me prometí venir cuando jugara el Conce, lo sigo desde chico, mi papá me trajo por primera vez. Es bueno que se reinaugure”, señalaba Gerson Inostroza, fororo lila apostado desde muy temprano en las afueras del coloso penquista.
“Al Conce lo sigo desde que mi hijo tenía 16 años. Soy el padre de Matías Muñoz, jugador del club en este momento. Me hice hincha apoyando al hijo. Es un sueño ver el Ester Roa nuevo, no tuve la posibilidad de ver la Copa América, ahora se da esa opción”, indicaba Heriberto Muñoz, quien también esperó más de dos horas en los alrededores del estadio.
“Para mí es muy grato. No venía al estadio Regional desde el 72, cuando jugaban Viveros, Galleguillos, Osvaldo “Pata Bendita” Castro, un equipazo que teníamos en ese entonces. Las directivas, los empresarios se han olvidado de los hinchas que son las piezas fundamentales para levantar al club, con plata ellos hacen y deshacen”, apuntaba en tanto el abuelo del defensor lila y precursor de la dinastía de los Heriberto Muñoz.
En medio de la espera, otros alzaban la voz. “Primer partido que vengo desde que se cerró el estadio, espero ver un bonito partido. Faltaba voluntad de las autoridades, el estadio se hizo para hacer deporte, no para eventos donde la Municipalidad gana. No piensan en el hincha, las entradas debiesen ser más baratas. No se puede sacar la voz, todo es represión, no es la libertad de antes, uno venía a disfrutar. Hay que cuidar el estadio, nos representa a todos”, expresaba Vicente Araneda.
A mejorar los accesos
“16:15, 16:30 debiesen abrirse las puertas”, comentaba una vendedora en las boleterías del estadio, evidenciando que el tiempo desde que se determinó la reapertura del recinto hasta el día del partido, había sido insuficiente para promocionar todos los detalles del espectáculo, información de profunda relevancia, considerando el abrasivo sol que afectaba a niños y adultos por igual.
Y así, en la fila se levantaban voces exigiendo premura e incluso se producían pequeños altercados entre hinchas y personal de seguridad. “Esto aleja a la gente de la cancha”, alegaba Soro Babel, “deben preocuparse por la gente, sin tanta espera”, añadía. “El proceso es lento, esto incomoda, la tecnología debiese ser avanzada, hace calor y hay guaguas”, acotaba Marco Araya.
En medio de estos pequeños altercados, Daniel Ramírez, de la Agrupación Hualpén Lila se aseguraba de preparar un lindo recibimiento al “León” de Collao. “Pasamos por estadios de barrio, por fin volvemos, nunca debimos haber salido. Las banderas tienen una prohibición, no pueden sobrepasar el metro por metro veinte, las nuestras son de cincuenta por setenta, cumplen la normativa. Concepción siempre ha sido una de las hinchadas más grandes”.
“En la última década, han pecado las sociedades anónimas, la llegada del dinero pecó en la pasión. Mucha inyección de dinero, los jugadores ya no se movían por una pasión, por llenar el borderó, por el dinero del sueldo. Ahora se juega más por el dinero, las sociedades anónimas no se la jugaban por los hinchas que se quedaban con los malos estadios, las malas dirigencias y los malos resultados”, expresaba coincidiendo con la mayoría de los hinchas lilas.
Ya en la cancha
Solucionados los inconvenientes en el acceso, llegaba la hora del plato de fondo. Al frente del cuadro lila, Magallanes, un rival al que cuesta convertirle. Los primeros minutos fueron de dominio local. Ibáñez, Leiva, García y Sánchez, hacían daño en la retaguardia albiceleste, que debía redoblar esfuerzos para proteger a su portero, Nicolás Peranic, una de las buenas figuras del compromiso.
Con el correr de los minutos, Deportes Concepción comenzó a perder profundidad. Dos goles anulados, el primero a Páez, el segundo a Toloza, ambos por posición de adelanto tras jugadas de balón detenido, le recordaban a los penquistas que Magallanes podía hacer daño y que atrás no había que descuidarse. Poco después Leiva caía en el área albiceleste, pero Nicolás Muñoz desestimaba una eventual infracción de Peranic. Con el grito de gol contenido en las gargantas, se iban al descanso.
En el complemento y alentado con aún mayor fervor, el dueño de casa logró arrinconar a Magallanes en su arco. En los 52’ llegaría la más clara para los pupilos de Ariel Pereyra. Matías Sánchez desbordó y le colocó la pelota en la cabeza a Leiva, quien frontal y en velocidad, la mandó de modo impensado por encima del travesaño. Los hinchas se tomaban la cabeza, preguntándose quizás, si gozarían de otra opción tan clara como la que acababan de desperdiciar.
Pero esa ocasión no llegó. Pese a tener el dominio del balón, el esperado pase entre líneas de Gamadiel García no estuvo presente y de hecho fue la “carabela” la que contó con la mejor oportunidad en el epílogo. A 11’ del final, Aravena, tras habilitación del talentoso Diego Pezoa, enfrentó solo a Limenza pero su definición se fue ancha ante el silencio sepulcral que por un instante se dejó sentir en todo el Ester Roa.
Antes, eso sí, los hinchas habían escuchado atentamente el dato más esperado de la jornada: 8791 espectadores. Los aplausos brotaron espontáneos, tal como al final del partido, porque pese al cero a cero Concepción fue una fiesta… ¿Detalles? El valor de la entrada visitante, ocho mil pesos un exceso a todas luces considerando el sacrificio de quiénes deben trasladarse desde otras ciudades para acompañar a sus equipos y el ingreso: urge mejorar el sistema si realmente se pretende reencantar a la familia con esta pasión llamada fútbol.
